El
transcurrir del tiempo, son miles de recuerdos que pugnan por mantenerse en
nuestros archivos, visitantes, amigos y conocidos que vienen y van, anécdotas,
viejos momentos, chismes, historias, andanzas... personalidades, carácteres,
personas..la institución que representa ese último hogar, lugar para la última
reflexión en unos, parte de retiro en otros, terreno de soledad y rotativo para
otros tantos, cobijo colectivo para muchos, un término donde el tiempo
parece tener un juicio diario, una sentencia justa, injusta y en distintas
ocasiones anhelada, así como inesperada que día tras día, equipara sus fuerzas
para cambiar el curso de cada individuo. ¿Qué es sino, un pasillo efímero, de
lozas grises o blancas, que iluminado u oscuro detiene o diluye el tiempo de
cada uno?, pasillos que contemplan soledad, alegría, tristeza incluso que
materializan a su inicio esa trayectoria vital, llena de obstáculos o de
momentos mágicos, tiempos de prosperidad y de épocas difíciles también, iluminados,
decadentes, lúgubres y reflexivos. Son un reflejo del paso del tiempo, una
alegoría de la vida, un anagrama de la etapa vital descomponiéndose que traza
sus contornos en línea recta.
Pasillos
que avistan numerosas historias que muchos hemos conocido tal vez incluso en
primera persona, en segunda y hasta en tercera. Historias que aúnan recuerdos,
felicidad, melancolía y patología. Reir, llorar, amar, buscar una respuesta, un
momento a solas, una dedicatoria o un instante, cruzar ese pasillo largo, donde
cabida tiene cada segundo de remembranza, de libertad y alivio espiritual, de
búsqueda de su satisfacción, dubitativo, quizás cabizbajo, ausente , feliz o
aventurero se adentra en ese camino que dibuja el sendero que existe en el
misterioso encuentro entre la vida y la otra vida.
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