Muchos son los factores que inciden directamente en la consecuencia del suicidio en el adulto mayor institucionalizado. En primer lugar y desempeñando una importancia capital encontramos el cuadro de la depresión mayor . El estado disfórico permanente proyecta una visión global ensombrecida de la realidad, la rutina diaria carece de sentido, los sentimientos de inutilidad, la pasividad y el deseo de morir se van apoderando poco a poco del anciano. Este estado hipoafectivo habitualmente es manifestado del mismo modo en la conducta: quejas, estado afligido (llanto), somatizaciones, verbalizaciones incesantes de perjuicio propio y desesperación, intentos de autólisis, agitación motora y planificación de actos perniciosos. Otro factor que actúa de catalizador de este fenómeno es el ingreso no deseado en la institución, la pérdida de contacto social y el desarraigo familiar por la llegada a un entorno desconocido y en estancia prolongada. Por otro lado la enfermedad física, los trastornos crónicos e invalidantes o enfermedades médicas sostienen el estado depresivo y apático del anciano.
El perfil del anciano suicida institucionalizado responde a un patrón dibujado de los siguientes rasgos: persona anciana, varón (aunque indistintamente puede ser mujer pero es más frecuente en el caso de los hombres), socialmente aislado (o bien personas viudas o aquellos cuyos lazos familiares se encuentren desintegrados o son meramente inexistentes), con problemas físicos o somáticos graves / crónicos, historia de trastorno anímico depresivo, tentativa previa (historial) y mala adaptación. La tentativa y la gestación del acto suicida sigue unos métodos llevados a cabo por esta población para consumar estos episodios, ordenados por periodicidad, el más común es el ahorcamiento seguido de la precipitación al vacío y el envenenamiento, más infrecuente.
La detección temprana de estos indicadores es importante para trazar una prevención primaria de la ideación en iniciación además debe de ajustarse un tratamiento eficaz contra la depresión. La valoración profesional nos procurará datos importantes para el curso de la intervención. Las pesquisas iniciadas desde la prevención deben ser orientadas tambien al entorno ambiental del anciano, esclarecer su historial anterior (incidencias, pérdidas afectivas, red social, ingresos, hospitalizaciones, situación familiar, tentativas previas) y la adherencia al tratamiento farmacológico.
(*) Cualquier gesto o verbalización, intención, promesa o revelación debe ser tomada en consideación siempre, la probabilidad frustrada anteriormente puede llevar a consumación en el futuro intento.
Para mayor información: Moreno, A. (2011). El sucidio en el anciano institucionalizado. Alcmeon. Revista de Clínica Neuropsiquiátrica. Vol 17, Nº 2. Octubre de 2011. pags 162-168.
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